jueves, 26 de junio de 2014
Pido de corazón
Se me ocurren tantas cosas que escribir. Sobre la soledad. Metafórica y literalmente hablando de ella. Porque hay veces que estas solo, solo de todas las maneras posibles. Un árbol en medio de un bosque está menos solo que tú, al menos los de Greenpeace piensan en él. Se preocupan por él. ¿Pero por tí? ¿Alguien se desvelará porque tú, cosa insignificante, quejica y que se considera buena persona no duermas esta noche? Porque no sean tus problemas los que te desvelan, si no que al resto de la gente esos problemas le den completa y simplemente igual. Podrían hacer más por ti, pero no lo hacen. ¿Será el egoismo, las ganas de cuidarse preferentemente a uno mismo antes que a los demás? Sea quien sea, esté como esté. Cuando te mueras todos dirán lo buena persona que eras y las cosas maravillosas que te caracterizaban. Pero que en vida a todo el mundo le importaron un pito. ¿Verdad? Verdad. Pido para la humanidad, menos palabras y más actos. Menos "qué pena" y más "yo te ayudo". Pero sobretodo, menos egoísmo y más amor.
domingo, 22 de junio de 2014
¿Qué buscas?
Quizá el alma de Soria, recorriendo sus calles a la hora en la que el sol está más alto, cuando se oyen los pasos, el pequeño susurro del viento. Volvía una y otra vez, repetía las calles por las que pasaba y me perdía y me encontraba sin ni si quiera pretenderlo. Desde las calles más pobres a los barrios de poetas, a los cafés de inspiración, a las plazas de bancos y fuentes sin agua.
Para mí eran recuerdos. Muchas de esas calles y jardines. Árboles altos, rosas enredadas en la puerta a noches largas, amenas, oscuras y esperanzadoras. Como yo cuando llegué aquí, viendo a Machado por todas partes, con toques burdeos y botellas rotas...
domingo, 15 de junio de 2014
Cuestión de perspectivas.
Vi a tres personas sentadas en una de las mesas de un bar de aquella plaza soriana que tiene varios tubitos que se iluminan, pero aún así resulta que la plaza no se llama "la del Tubo" por eso. Una chica de unos catorce años con sus padres, muy callados, mirando a ninguna parte. Ni si quiera a los cantantes a los que casi nadie hacía demasiado caso.
Un ambiente cálido y de tranquilidad recorría todo el cuadrado, a casi todas las personas que estaban allí charlando, interactuando con otras, compartiendo sus impresiones de aquel maravilloso jueves. Había paz, las cervezas, las patatas y las palabras volaban y una sonrisa se dibujaba en mi cara cada vez que me daba cuenta de que estaba exactamente donde quería estar.
La miré pasiva y sonriente. Se reía con la misma naturalidad de siempre. Pero no parecía una de aquellas chicas de película que se ríen dulcemente con los dientes impolutamente blancos y el pelo brillante y en movimiento. Era una persona natural de verdad. Con sus defectos, que pocas veces conseguía vérselos, pero sabía que estaban ahí, en alguna parte, detrás de la bondad y los comentarios ingeniosos, de la calidez de sus abrazos y de su sinceridad.
Iba cayendo el sol, y eché otro vistazo. La plaza estaba igual, para casi todo el mundo. El mismo ambiente, las mismas sensaciones. pero tres personas sentadas en una mesa, una chica de unos catorce años con sus padres, reían animados y conversaban sin perderse palabra con una mujer sentada en la cuarta silla que cerraba la mesa. No sé quien era, ni de qué se reían, pero la plaza dejó de ser la misma.
Aunque yo tuviese al lado a la misma persona, calmándome los llantos, velándome los sueños.
Un ambiente cálido y de tranquilidad recorría todo el cuadrado, a casi todas las personas que estaban allí charlando, interactuando con otras, compartiendo sus impresiones de aquel maravilloso jueves. Había paz, las cervezas, las patatas y las palabras volaban y una sonrisa se dibujaba en mi cara cada vez que me daba cuenta de que estaba exactamente donde quería estar.
La miré pasiva y sonriente. Se reía con la misma naturalidad de siempre. Pero no parecía una de aquellas chicas de película que se ríen dulcemente con los dientes impolutamente blancos y el pelo brillante y en movimiento. Era una persona natural de verdad. Con sus defectos, que pocas veces conseguía vérselos, pero sabía que estaban ahí, en alguna parte, detrás de la bondad y los comentarios ingeniosos, de la calidez de sus abrazos y de su sinceridad.
Iba cayendo el sol, y eché otro vistazo. La plaza estaba igual, para casi todo el mundo. El mismo ambiente, las mismas sensaciones. pero tres personas sentadas en una mesa, una chica de unos catorce años con sus padres, reían animados y conversaban sin perderse palabra con una mujer sentada en la cuarta silla que cerraba la mesa. No sé quien era, ni de qué se reían, pero la plaza dejó de ser la misma.
Aunque yo tuviese al lado a la misma persona, calmándome los llantos, velándome los sueños.
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