miércoles, 12 de febrero de 2014

Déjalo.

Me recorría por dentro. Yo lo notaba, el dolor de siempre después de toda una vida a su lado. Intentaba encontrar el fallo, el interruptor que encendiese en mi mente el motivo de aquellas palabras.
Respiré hondo y entendí que por mucho que huyera, corriera e intentara empezar de nuevo, casi dos décadas habían expirado y más de un millón de veces se habían quedado las palabras en el pozo de las buenas intenciones, y jamás conseguiría tener aquello que a veces hasta suplicaba, rogando y pidiendo por favor de cualquier forma que mis palabras retumbaran en aquel corazón que a veces era de hielo y a veces se derretía.

Dejé las esperanzas en el mismo sitio donde un día dejé los sueños y continué, cantando mentalmente una de esas canciones que me salvan de los abismos.