domingo, 15 de junio de 2014

Cuestión de perspectivas.

Vi a tres personas sentadas en una de las mesas de un bar de aquella plaza soriana que tiene varios tubitos que se iluminan, pero aún así resulta que la plaza no se llama "la del Tubo" por eso. Una chica de unos catorce años con sus padres, muy callados, mirando a ninguna parte. Ni si quiera a los cantantes a los que casi nadie hacía demasiado caso.

Un ambiente cálido y de tranquilidad recorría todo el cuadrado, a casi todas las personas que estaban allí charlando, interactuando con otras, compartiendo sus impresiones de aquel maravilloso jueves. Había paz, las cervezas, las patatas y las palabras volaban y una sonrisa se dibujaba en mi cara cada vez que me daba cuenta de que estaba exactamente donde quería estar.

La miré pasiva y sonriente. Se reía con la misma naturalidad de siempre. Pero no parecía una de aquellas chicas de película que se ríen dulcemente con los dientes impolutamente blancos y el pelo brillante y en movimiento. Era una persona natural de verdad. Con sus defectos, que pocas veces conseguía vérselos, pero sabía que estaban ahí, en alguna parte, detrás de la bondad y los comentarios ingeniosos, de la calidez de sus abrazos y de su sinceridad.

Iba cayendo el sol, y eché otro vistazo. La plaza estaba igual, para casi todo el mundo. El mismo ambiente, las mismas sensaciones. pero tres personas sentadas en una mesa, una chica de unos catorce años con sus padres, reían animados y conversaban sin perderse palabra con una mujer sentada en la cuarta silla que cerraba la mesa. No sé quien era, ni de qué se reían, pero la plaza dejó de ser la misma.

Aunque yo tuviese al lado a la misma persona, calmándome los llantos, velándome los sueños.

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