domingo, 1 de septiembre de 2013

Nueve.

Quería escribir algo en agosto. Antes de que, aparte del frío, uno de los indicios de que esto se acaba llegase. Pero septiembre saluda y ya no hay vuelta atrás.
Un torrente de imagenes cruzan mi cabeza e intento mirar el lado bueno de las cosas, como siempre. Pienso en todo lo que me queda por hacer este mes, y el que viene, y dentro de un año. Creo que la gracia de la juventud es que las cosas cambian mucho en muy poco tiempo.
Quizá si los adultos viviesen de la misma manera se golpearían igual que nosotros, a pesar de la experiencia. No se porque nos empeñamos en que las cosas perduren cuanto más mayores somos, ¿será la madurez o el miedo a arriesgar? Las cosas que valen la pena nunca fueron fáciles.
Contra todo pronóstico, el Sol brilla y el calor azota mi ventana y me llama, pero yo no me quiero levantar. No porque quiera que siempre sea verano, sino porque el invierno nunca cura las heridas.
Aunque (llamadme loca) echo de menos el edredón y los gorros de invierno.

2 comentarios:

  1. El invierno está lleno de recuerdos y aunque no cura las heridas no deja de ser una estación bonita... quizá por los gorros :D
    Además no apreciaríamos tanto el verano sin invierno :)

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    1. No es que no me guste, y tiene su magia, pero en invierno siempre pasan cosas malas. Quizá por que en Soria el invierno dura dos veces más xD

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