viernes, 11 de octubre de 2013

Y no hacer las cosas sin ningún motivo.

Te apetece desahogarte porque, por mucho que lo intentas, nunca parece suficiente. Nunca es suficiente que tengas que dedicarle el mismo tiempo a los demás que a ti mismo. Nunca es suficiente intentar estar ahí donde te reclaman, cuando te reclaman, como te reclaman. Quieren más. Y a ti no te importa. No te importa quitarte tiempo o energía y dárselo a otro. Para eso es el tiempo al fin y al cabo, para gastarlo. Para usarlo una sola vez y nunca más. Y usarlo bien, a ser posible.
Pero te cansas de hacer las cosas por hacerlas, por complacer a los demás, porque crees que así recibirás algo. Y a veces ni tiempo, ni afecto, ni valoración, ni todas esas cosas que le llenan a uno la vida. Piensas en si estás perdiendo el tiempo, lo dejas todo tirado, escupes a lo hecho, aunque no se pueda ni tocar. Intentas darte razones para hacer algo que será criticado, rechazado o ni si quiera tenido en cuenta. 
Pero coges el lápiz, el corazón y el tiempo una vez más, te agarras fuerte a la vida y piensas que quizá deberías aprender a no hacer las cosas sin ningún motivo. 

1 comentario:

  1. Me ha recordado bastante al sistema educativo... hacer mucho para otros (u otra cosa) y poco para uno mismo.

    ResponderEliminar