miércoles, 22 de octubre de 2014

Debilidad y noches en vela

Descuida, hacerme daño a veces es tan sencillo como respirar. No eres tú, soy yo, que nací vulnerable y con una irreflenable necesidad de que me abrazaran. Que a veces soy acero y a veces pluma, soplan a mi frágil existencia y vuelo sin rumbo, me caigo, me pisan, me rompen. 

Descuida, aún no eres un error, un mal trago, ni si quiera eres pasado. Aún eres y no 'has sido'. Y yo soy. No sé qué soy, pero soy. Porque pienso. En ti, casi todo el tiempo. En mí, el resto de él. En parar esta tormenta absurda que quiere llevárselo todo, en parar tu desastre interior, tu desesperanza, tu inseguridad, tu cobardía, tus miedos. Tu miedo a ser feliz. 

Y tranquilo, tranquilos todos, aunque no lleve paragüas no me molesta la lluvia. Y cuando llevo la disfruto. La huelo, la oigo, me dejo empapar a veces. Hasta cuando llueve en casa, en la habitación, en mi cama. Dejo que suelte su potencial; después siempre amaina. 

Sé que amaina. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario