lunes, 4 de mayo de 2015

Estimo y deseo literatura para siempre

Y quizá si nosotros nos ponemos de nuestra parte consigamos arrancar las dudas. Y quizá si en vez de cantarle al tiempo le cantamos al ahora y olvidamos las afiladas garras del pasado podamos permanecer cuerdos y juntos. Y enamorados de esta ciudad a pesar de sus pesares y de su horrible tráfico mañanero. A pesar de sus consternados ciudadanos que cruzan sin apenas levantar la mirada cualquier paso de cebra para coger el metro por tercera vez en un día. A pesar de formar parte de ellos. No pedía parar aquella locura, que al fin y al cabo era el precio de la libertad que siempre ansié. De volver a mis raíces, de comprar cada domingo en una librería de segunda mano, de escuchar en cualquier calle central a Pachelbel. 
No estaba cansada de vivir en Madrid, ni de escribir sobre ella, pero a veces necesitaba respirar. A veces me sumergía en eternos sueños, cerraba la persiana y leía cualquier cosa de mi, cada vez mayor, colección de libros, cogidos probablemente para siempre de la estantería de mi casa, comprados en cualquier callejuela firmados por 'vetetúasaberquien' y maltratados involuntariamente de llevarlos en bolsos y mochilas por toda la ciudad. A veces me preguntaban que por qué llevaba libros y yo solo quería responder que si no llevo literatura, qué narices voy a llevar encima. Nunca conseguiré llenar esos enormes bolsos si no es de libros.
Y no pedía parar aquella locura, a pesar de los momentos de debilidad ante el supuesto destino que acechaba; no podía ni quería. Estaba exactamente donde quería estar: en esos abrazos frágiles, en esa ciudad ruidosa, en esa carrera sin futuro.

En esos trenes que me daban excusas para leer más de lo que ya lo hacía.

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