domingo, 24 de mayo de 2015

Y al final, otro domingo para pensar

Al final te conformas. Pides el café sin leche y le echas todo el azúcar, porque para qué hacerlo como siempre te ha gustado. Al final te conformas con ser castaña clara y no pelirroja porque la vida no te lo ha dado y más te ha dado que te ha dado lo mismo ser una cosa que otra. Te conformas y el pleno domingo de "cambio" pierdes la esperanza de que algo trascendente vaya a pasar, de que la esencia del juego vaya a cambiar. Al final te tumbas, miras al techo, pones malas caras porque no eres capaz de hacer algo que solucione tus problemas de espalda. Y no tienes ni veinte años. Pero ahí estás, conformándote con ser como la media, mediocre, absurda, desinteresada e incapaz. Con escribir de vez en cuando para creer que sirves para algo, intentando ayudar a los demás para sentirte mejor contigo misma y estudiando algo que sabes que no tiene ningún futuro, y si lo tiene, probablemente será donde nunca quisiste acabar. Porque al final nada vale más que una buena tarde leyendo a aquellos a quien admiras o sobre aquello que de lo que te gustaría formar parte. Te conformas con que te cuiden o te entiendan, porque tener ambas parece imposible. Te conformas con engañarte cada día sobre lo que estás haciendo, sobre creerte capaz de vivir con alguien que nos seas tú. Quizá solo sea capaz de vivir con las letras y de dormir con los libros. Te conformas porque no aguantas más dolores de cabeza, ni luchar más, no hay más fuerzas. Y no tienes ni veinte años. 

Pero aquí estás, un domingo por la tarde intentando entender por qué nada te hace sonreír si a falta de todo, tienes lo que hace falta para ser quien quieres ser o para no ser nadie.

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