miércoles, 2 de diciembre de 2015

Manías

No era dolor, pero me invadía una extraña tristeza. Algo había hecho mella en mi interior sin llegar a romper nada. No había tenido tiempo de romper nada. Había dejado el sabor amargo de acabar con algo que no había empezado. No había tenido tiempo de empezar. ¿Y a quién decirle que te ensombreces por no poder volver a vivir unas horas que te hicieron sonreír? 
Nos conectaron las palabras y la sonrisa de una calidez nunca esperada. Yo siempre pienso que los cafés unen más que lo abrazos. Sentía los lazos porque me tiraban a un mar abierto, templado y calmado, que me mecía con una suave brisa y me hacía sonreír y meditar. Pero llegue a una playa de arena ardiendo al calor de la realidad. No quiero dejar de bañarme en el mar.
Miles de sentimientos, recuerdos cercanos y pensamientos nuevos y extraviados se encuentran en mi cabeza, que confusa y agotada sólo quiere descansar en dos abrazos diferentes, que sólo siéndolo harán ambos que me sienta especial. 
Viviría de las suposiciones y de sentir cosas nuevas de vez en cuando, de replantearme la sinceridad y el dolor, el amor, la vida, los sueños, los sentimientos y el resto de cosas que le dan color a esta existencia aún joven. A veces, no obstante, vivir es vivir en calma y experimentar cosas nuevas desde lo ya conocido.
Era extraño esperar encontrarse un nuevo error en cada lugar al que iba, dudar de algo de lo que es difícil estar completamente seguro y estar completamente seguro de que te iban a volver a hacer dudar. Y qué bonito y qué triste; "dudar de tanto es otra forma de morir". Pero si algo es ilimitado y propio es la mente, y ahí no hay más barreras que los propios pensamientos y sentimientos. A veces los aparto a un lado, me inunda la imaginación. Absorbe mi alma y, por unos segundos, estoy en otro lugar. 
Y es que esa era la palabra para describir todo: extraño. Y, sin embargo, todo era curiosamente conocido. Como si el deseo de liberar y dividir el alma fuera algo que nunca se puede controlar. A veces, en medio de palabras y confesiones, se me paraba el corazón. Y todo el mundo sabe que, por mucho que se quiera que prime la razón, sin corazón no se piensa.

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