sábado, 2 de enero de 2016

1 de enero

Llovía y yo lo oía desde mi habitación. Cerraba los ojos y me dejaba envolver por el sonido que las gotas producían al estrellarse contra el suelo de mi balcón, las ruedas de los coches abriéndose paso entre los charcos, a veces los tragos que ingerían los canalones. Al menos podía oírlo y respirarlo. Quería salir a la lluvia pero no lo hacía. Cualquier cosa fuera de mi habitación me parecía cruel y aterradora, escondía la cabeza bajo las mantas y meditaba una vez más sobre lo cansada que estaba de meditar siempre sobre lo mismo. Soledad podía ser una triste compañera, que alimentaba fantasmas y hacía regurgitar las penas, pero dejaba más espacio para mí: protagonista de mi vida, mi centro de atención. Podía respirar y respiraba tiempo; quería tranquilidad y tenía, irónicamente, más que nunca entre rebeliones internas y bullicios externos. Hay cosas que ya no cura ni un buen café. 
Sentía ganas de gritar algo, pero todo parecía dicho y todo parecía silencioso y en calma. Es lo que viene después de la tormenta, aunque yo siempre seré de lluvia. Del fondo solo podía subir y del frío solo podía esperar golpes. Buscaba nuevos lugares de escribir ensuciando las hojas a la par que limpiaba mi alma e intentaba perdonarme las cosas a base de leerlas de mi puño y letra. Repeticiones inconexas sobre lo que debería ser y lo que no, sin respiro al corazón más que para mantenerse en calma y solicitar nuevas costuras a agujas que quizá nunca llegarían a enhebrar. 
Y quién sino yo misma, como digo que hago siempre y como en realidad no hago nunca, va a tapar los agujeros por los que se escapan todos esos sentimientos que rebosan tras una noche de melancolía y errores en la que solo pude quejarme, como siempre hago, de que las cosas no son como yo quiero. 

Casi veinte años y las mismas rabietas.

2 comentarios:

  1. Precioso, como siempre.
    Yo te digo, desde mi propio punto de vista, que quejarse no sirve para mucho.
    El tiempo es un amante cruel, si te despistas y te duermes, por la mañana se habrá ido llevándose las cosas que mas querías.
    Afronta la vida con fuerza.
    No pienses en lo que has perdido, si no en lo que vas a hacer para recuperarlo.
    No pienses en lo que no te gusta de ti, si no en como vas cambiar.
    Abre la puerta, tomate tu café y comete el mundo.
    Deja de pensar y actua. =)

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    1. Gracias, anónimo, pero el tiempo también cura, ayuda y hay cosas que si se van porque te tomas un tiempo, igual es que tenían que irse.

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