miércoles, 27 de febrero de 2013

Desequilibrio.

Una sucesión de imágenes e ideas. Rápidas, revueltas. Aparentemente sin un tema determinado pero que forman eso que comúnmente llamamos recuerdos. Las miles de sensaciones que provoca un solo acto o pensamiento. Ese palpitar nervioso de las manos y la mirada perdida en ningún donde. Un suspiro, lento, que mata toda alegría en un segundo, deja el sabor amargo del pasado deslizarse por tu bienestar emocional, equilibrado a pulso y con cuidado, como un cristal frágil y único en el mundo.
Varios segundos para intentar poner en orden ese caos que un a vez más nubla la vista, torna a negro las ideas y pregunta una y otra vez un por qué que nunca tiene respuesta, un cómo que nunca encuentra su inicio ni su final. Segundos que parecen eternos, que todo se emborrona y nada parece adecuado para afrontar que todo eso haya salido de su caja, con su  correspondiente etiqueta. Pasado
Los latidos vuelven a sonar y hacen eco, intentando imponerse ante el desorden. La desesperación recorre todos los nervios del cuerpo y se pierde en un intento de cerrar la caja, de guardarlo todo dentro, de intentar asegurarse que nada vuelve a salir, que todo permanece donde debería. Momentos en los que afrontas todo aquello que ha salido. Y puedes bajar la cabeza, y dejar que te envuelvan con su perfume de 'otros tiempos' o declararle la guerra a tu propia mente, jugártela a volverte loco o a ser capaz de controlar todo pensamiento que vague por tu mente eternamente. 

Permanecer en la fina línea que separa la cordura de la locura un día más.

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